El origen de este hongo se remonta a los inicios de las civilizaciones. Sabemos que los egipcios utilizaban la trufa ya que los historiadores afirman que el consumo de estas es tan antiguo como el inicio de la escritura. En Egipto existen textos de hace 5000 años en el cual se describen recetas con trufa para el faraón, también ya cocinaban con ella en Grecia en el año IV a.c, en mesopotamia y posteriormente en el imperio romano, donde la trufa era un producto únicamente apto para la nobleza.
Aunque muy posterior a esta época, unos de los personajes históricos más importantes como Napoleon también se consideraba amante de los platos con este producto.
Durante la Edad Media por la fuerte influencia y presión por parte de la iglesia, la trufa pasó a a ser un alimento prohibido dado las propiedades afrodisíacas que se le atribuían, además vinculaban este hecho a ser un producto que crece bajo tierra y está por lo tanto está «más cerca del infierno«. Una vez prohibida, la trufa pasó desapercibida durante muchos años, y es por eso que no existe ningún registro del uso de este producto en la gastronomía de la época.
A posteriori, durante el renacimiento, este producto se recupera y ya se asienta en las tradiciones gastronómicas como un elemento de lujo en las cocinas y por lo tanto un alimento que se vincula con el estatus.
A partir del S XIX, se empieza a cultivar en Francia y esta tradición la continúan varios países como Italia y España, de esta manera se comienza a consumir por un gran número de personas, y la trufa pasa a convertirse en un producto “democratizado”, es decir, ya no es una comida solo para faraones o emperadores, si no que es para todo el mundo.
Actualmente se considera un producto gourmet de calidad, siendo demandado por los paladares más exigentes y chefs internacionales para elaborar numerosos platos donde la trufa es la protagonista. ¡Veamos alguno ahora alguna de nuestras elaboraciones con este producto!